EDUCACIÓN
RELIGIOSA EN INFANTIL Y PRIMARIA
ACTIVIDADES
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Curso
al que va
dirigida la actividad
Infantil
primaria
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objetivo al que sirve
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título de la actividad
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ciudad
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Oración
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Logroño
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Introducción - Justificación - Objetivo
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En nuestro
entorno vivimos en un momento en el que la urgencia de la acción nos lleva en
muchas ocasiones a la dispersión. Y esto que vivimos los adultos lo viven de
igual manera los niños. Hablamos muchas veces de la oración matinal en el aula.
Pero en muchas ocasiones esta oración es totalmente mecánica sin prestar la mínima
atención al momento presente. Deja de ser oración para convertirse en unos
rezos automáticos vacíos de sentimiento o significación. Necesitamos parar, encontrarnos
en la presencia de Dios y entrar en relación intima con Él. Si algo quiere Dios
es comunicarse con cada uno de nosotros y es en la oración consciente donde
esto se hace más palpable. La oración es la fuente de la que mana todo
compromiso en la iglesia y la sociedad.
Jesús está
aquí, en este momento. Nos escucha y nosotros podemos escucharlo. En la oración
Jesús puede decirnos algo. Orar, no hasta que Él me escuche sino hasta que yo
pueda oírlo. Jesús está realmente aquí cuando nos reunimos en su nombre.
1 Sentados en el suelo con las piernas
cruzadas o sentados en la silla o:
-
la
espalda recta,
-
las
manos en el vientre, sobre los muslos o una sobre la otra con las palmas hacia
arriba.
2 Respiramos: inspiramos por la nariz,
expiramos por la boca. Intentamos oír nuestra propia respiración. Cómo el aire
toca suavemente los orificios nasales y llenos nuestro vientre y pulmones.
Detenemos unos dos segundos el aire dentro de nuestro cuerpo. Expiramos
sintiendo cómo el aire sale por nuestra boca rozando nuestros labios, nuestro
vientre y pulmones quedan vacíos
3 Una vez hecha consciente la respiración,
escuchamos el silencio del aula. Todos estamos escuchando, quietos en presencia
de Dios, de Jesús... Colocamos las manos juntas en posición de oración estamos
delante de Jesús y él delante de cada uno de nosotros. “Cuando dos o más os
reunáis en mi nombre yo estaré en medio de vosotros”
4 Todos
juntos se reza una oración creada por el grupo de clase, algo propio o una
oración tradicional (Padre nuestro, Ave Maria...)
5 Ahora
mientras estamos todos con las manos dadas un niño da gracias por algo.
Se hace al
comenzar la clase. El tutor con sus alumnos.
Quizá
hacer todos los pasos desde el primer día pueda costar un poco. Hay veces que
no nos relajamos con facilidad. Con la constancia y haciendo cada día un poco
más, con más intensidad, introduciendo aspectos nuevos... el grupo de clase va
mejorando mucho. Se va profundizando poco a poco.
Es muy
importante el primer paso: estar quieto, erguido y respirar.
Para que
los niños lo vivan como algo más significativo se les puede ir contando
fragmentos de un cuento o adaptaciones. Este puede ser un ejemplo:
la MONTAÑA, la amapola y el océano
“Un chico llamado Pedro quería aprender a hacer oración.
Había leído muchos libros pero quería que alguien le enseñase cómo podía sentir
a Dios, escucharle... Por aquel lugar, en una vieja ermita, vivía un hombre
mayor que tenía fama de santo, el P. Serafín.
Decían que estaba orando continuamente y que sabía el secreto de la oración.
El joven fue hasta la ermita del anciano y fue muy claro
desde el primer momento:
-
Buenos días señor. Quiero que me enseñe el
secreto de orar, de sentir a Jesús, de escucharle. Estoy dispuesto a pagarle
bien.
-
Veo que eres muy decidido -respondió
el anciano riéndose- Es un secreto muy secreto. Si realmente quieres
descubrirlo debes hacer todo lo que yo te diga.
-
Haré todo lo que me digas –respondió
Pedro
-
Antes
de hablar del secreto de la oración, aprende primero a meditar como la
montaña...". Y le mostró una enorme roca:
"Pregúntale cómo hace para rezar. Después vuelve a verme".
La primera meditación que le
habían propuesto se refería a la estabilidad, al enraizamiento de un buen
cimiento. El primer consejo que se puede dar al que quiere meditar no es de
orden espiritual sino físico: siéntate, tomar peso, estar grávido de presencia. Estaba allí con todo su peso,
inmóvil. Formaba una sola cosa con ella, silencioso bajo el sol. Las montañas
tienen un tiempo distinto,
otro ritmo.
Meditar como una montaña había modificado
igualmente el ritmo de sus pensamientos. Había aprendido a "ver" sin
juzgar, como si diese a todo lo que crece en la montaña "el derecho de
existir".
El padre Serafín le propuso entonces seguir adelante.
Tomó al joven del brazo y le condujo hasta el fondo del jardín donde, entre las
hierbas salvajes, se podían ver algunas flores.
- "Ahora ya no se trata de meditar
como una montaña estéril.
Aprende a meditar como una amapola, aunque no olvides por eso la
montaña".
Así fue como el joven aprendió a florecer. La meditación es también una
"orientación" y es lo que ahora le enseñaba la amapola:
Volverse hacia el sol, volverse desde lo más profundo de sí mismo hacia
la luz. Hacer de ello la aspiración de toda su sangre, de toda su savia.
Esta orientación hacia lo bello, hacia la luz, le hacía a veces
enrojecer como una amapola.
Aprendió también que para permanecer bien orientada, la flor debía tener
el tallo erguido. Comenzó, pues, a enderezar su columna vertebral.
En el tiempo de la meditación, enderézate, estate vigilante, ponte
derecho vuelto hacia la luz, pero sin orgullo... Por otro lado, si observas
bien la amapola, te enseñará no sólo el enderezamiento del tallo sino
además una cierta flexibilidad bajo las inspiraciones del viento y también una
gran humildad.
Ahora el P. Serafín le llevó hasta el borde del mar, a una pequeña cala desierta.
-
"Deja
ya de rumiar como una vaca el sentido de las amapolas. Adquiere también el corazón
marino. Aprende a meditar como el océano".
-
Poner de acuerdo su respiración con la gran respiración de las olas.
Inspiro, expiro... y luego soy inspirado, soy expirado. Me dejo llevar por el
soplo como alguien que se deja llevar por las olas. Presto atención al momento
en el que una ola ha descargado y hay un silencio. Igual que cuando mis
pulmones están vacíos entre la inspiración y la expiración.
-
"El que escucha atentamente su respiración, le dijo entonces el monje
Serafín, no está lejos de Dios. Escucha quién es, ahí, al final de tu
expiración, quién está en el origen de tu inspiración".
En efecto, había momentos de silencio más profundos entre el flujo y
reflujo de las olas, había allí algo que parecía llevar en sí el océano.
El P. Serafín le dijo que ya
valía por ahora.
-
“Vuelve a tu medio. No te puedo enseñar más de los
que ya sabes. Este es el secreto de la oración. Quieto, erguido, respira. Saber
más depende de ti.”
-
“Pero cuánto te pago”- dijo Pedro-
-
“Vuelve a tu casa y mama a todo y a todos. Esa es
toda la riqueza que quiero de ti” –respondió Serafín
El joven Pedro se fue. Volvió a su casa. Pero la vista
de su ciudad no le hizo olvidar la enseñanza del P. Serafín.
Cuando estaba muy agobiado, sin nada de tiempo, se sentaba como una
montaña en un banco del parque.
Cuando sentía en él orgullo o vanidad, se acordaba de la amapola
("toda flor se marchita") y de nuevo su corazón se volvía hacia la
luz que no pasa nunca.
Cuando la tristeza, la cólera, el disgusto, invadía su alma, respiraba
profundamente, como un océano,
Exteriormente era un joven como los demás. No intentaba tener "aire
de santo"...
Había olvidado incluso el secreto de la oración; simplemente intentaba
amar a Dios cada momento y caminar en su presencia.
(Adaptación de un relato de JEAN-YVES LELOUP. Questions
de "Meditation" nº 67. Ed. Albin Michel)
Jonás Fernández Mangado
Logroño
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